Acerquémonos a la neuroeducación

Por Randy Rapozo | | [email protected]

13 octubre, 2018 - 9:46 AM


Alejandro Solano

Los resultados de las investigaciones sobre la neurociencia permiten comprender cómo funciona el cerebro y cómo la curiosidad y la emoción influyen en la adquisición de nuevos conocimientos. No se aprende por la simple repetición ni por la memorización de fórmulas y conceptos. Los aprendizajes firmes y duraderos surgen de la experiencia, la vivencia, la exploración, la experimentación, la recreación y la interacción.

 

Los métodos activos inciden en que los niños lleguen a emocionarse, y facilitan el aprendizaje. Las emociones, el aprendizaje y la memoria están estrechamente relacionadas, de manera que si los niños no se emocionan al intentar aprender, el intento resulta fallido. El fracaso escolar, cualquiera que sea su dimensión, produce frustración y otras emociones negativas de las cuales es imposible que surja el aprendizaje. La acción educativa, basada en el reconocimiento, el respeto y la consideración, produce alegría, entusiasmo y otras emociones positivas que optimizan y potencian el aprendizaje.

Hay diversas pruebas de que un ambiente de aprendizaje equilibrado y motivador genera emociones positivas en los niños, y esas emociones los llevan a un mejor aprendizaje. Los niños aprenden cuando tienen la oportunidad de construir activamente la comprensión de los signos. Así llegan a la captación objetiva de los significados a través de la libre interacción con el entorno físico, social y emocional. Para tener éxito escolar, durante los primeros años de vida, en la educación inicial y aun en la básica, los niños deben estar en contacto con la naturaleza y no permanecer sentados y quietos mucho tiempo. En esas edades acceden a los mundos de las formas, los colores, el movimiento, la profundidad, la sociabilidad y la lengua, entre otros materiales con los que luego construirán ideas, juicios, criterios, conceptos.

Entrada la adolescencia, el cerebro es plenamente emocional y es imposible comportarse con la rigidez de los adultos. En esa edad se comienzan a cultivar los sentimientos y nacen los ideales. Es injusto involucrar a los adolescentes en compromisos y hábitos de gente adulta o en materias muy racionales que enrarecen el clima emocional.

La rudeza del actual modelo educativo se agrega a la incapacidad del niño para comprender los cambios que surgen en su vida. En vez de comprensión y reconocimiento, lo que recibe es desconsideración, rechazo, burla y hasta amenaza por parte de profesores cansados incapaces de impartir clases divertidas. Es penoso que gran parte de los profesores ignoren que las emociones positivas son la autovía por donde circulan los aprendizajes.

Para crear nuevas redes neuronales, el cerebro necesita experiencias nuevas que deben manifestarse cuando se inician la adolescencia y la educación media. En ese momento, el cerebro está preparado para aprender juicios, actitudes y valores. Es el tiempo apropiado para potenciar la comprensión de textos y aprender el razonamiento matemático. En todas las asignaturas conviene despertar el interés con ejercicios prácticos, historias interesantes u otras actividades que llamen la atención y generen alguna emoción positiva.

Los profesores deben saber que el alumno capta la información por medio de los sentidos, después pasa por el sistema límbico o cerebro emocional, de donde es enviada a la corteza cerebral, encargada de los procesos cognitivos. Dentro del sistema límbico, la amígdala cerebral se activa ante eventos que considera importantes para la supervivencia y consolida el recuerdo de manera eficiente. La motivación puede lograrse mediante la sorpresa, pues las situaciones sorpresivas activan la amígdala cerebral. Introducir en la clase elementos que rompan la monotonía genera interés, facilita el aprendizaje y beneficia el rendimiento escolar.

También, se fomenta la vivencia de emociones mediante la práctica de la empatía, o acercamiento emocional comprensivo, amistoso, bondadoso. La empatía abre la puerta por donde entra el conocimiento y viabiliza la construcción social del ser humano. La neurociencia ha descubierto que, contrario a lo que se creyó durante mucho tiempo, el cerebro es dinámico. Existen períodos en los que un aprendizaje es más favorecido que otro. Por ejemplo, para aprender a hablar, el cerebro está más receptivo desde el nacimiento hasta los siete años.

El descubrimiento de los períodos de aprendizaje evidencia la necesidad de replantearse un nuevo modelo educativo basado en la predisposición cerebral a adquirir los contenidos por etapas. Jean Piaget descubrió que después de cada aprendizaje surge, en la etapa siguiente, una zona de desarrollo próximo, que es una nueva oportunidad para aprender conceptos más complejos.

Es alarmante la cantidad de escolares desmotivados que no quieren continuar estudiando porque no están aprendiendo y creen que no pueden aprender. Esa situación se resuelve si los maestros, empoderados de la neuroeducación, transforman el cerebro de sus alumnos para que puedan afrontar nuevos retos en un clima de libertad y sana autoestima.

Algunos expertos afirman que si las clases fueran más vivenciales podrían impartirse más conocimientos en menos tiempo. Los docentes deberían aprehender y aprovechar los conocimientos sobre cómo funciona el cerebro para lograr que los niños se entusiasmen por lo que están aprendiendo.

Si nuestros países les dan formación en neurociencia a los maestros, estos podrán aprovechar el desarrollo neurobiológico de los niños para que adquieran mejores y más abundantes aprendizajes. Esa formación contribuiría a evitar los trastornos o alteraciones neurológicas que dañan la cognición y enferman las emociones en los escolares. La creencia de que la letra con sangre entra es un error que ha llevado a la mayoría de los maestros de nuestros países a humillar, amenazar, castigar a millones de niños que, por ese motivo, llegan al sexto grado de básica y hasta el bachillerato sin dominio matemático y sin saber leer ni escribir. Ese enfoque erróneo le ha causado dolor físico, sufrimiento y heridas emocionales a media humanidad

Es conveniente que los maestros adquieran conocimientos básicos sobre la neurociencia aplicada tanto a la educación como al desarrollo infantil y aprendan a analizar las relaciones entre el cerebro y el aprendizaje desde una óptica evolutiva.

Aplicar la mejor forma de adquirir conocimientos eliminará los problemas de aprendizaje derivados de la forma equivocada de enseñar. La neuroeducación permite encontrar la manera más adecuada para personalizar el proceso de aprendizaje.

Cuando la repetición y la memorización sustituyen la búsqueda del bienestar y del gozo de vivir experiencias gratificantes no se producen buenos resultados en la educación. Los sucesivos fracasos de muchos sistemas educativos se deben al predominio de esa metodología errónea que consiste en forzar el aprendizaje en vez de facilitarlo. Una función básica del profesor consiste en mantener en el aula un clima que suscite interés por lo desconocido e impulse al alumno hacia la libre construcción del conocimiento. Estudios científicos recientes revelan que la curiosidad y la sorpresa, combinadas con la experimentación y la creatividad, sobre la base de la motivación, son las mejores maneras de aprender, preservar los conocimientos, disfrutar del aprender y gozar de lo aprendido.

Los investigadores que han llegado a conocer los códigos de funcionamiento del cerebro están convencidos de que solo se puede aprender lo que se ama. Es decir, que si los niños le tienen animadversión a la matemática no aprenderán esa materia. Por tanto, la clave para un aprendizaje fácil, efectivo y duradero es la creación de un ambiente escolar donde se respire alegría, confianza, libertad y felicidad.

Basado en el dominio de la neuroeducación, el maestro hará vibrar en el salón de clases ese clima de dicha mediante la motivación y el respeto a la libertad individual de cada niño. En Finlandia, las clases se parecen mucho al recreo, porque los niños no van a la escuela a sufrir, sino a divertirse, a vivir felices. Por eso son los que más aprenden en el mundo.

Si hasta ahora nuestro sistema educativo ha tenido resultados desastrosos, cambiemos el proceder erróneo. Si queremos alcanzar altos niveles de rendimiento escolar, demos un paso adelante: acerquémonos a la neuroeducación.

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