El 15 de enero de 1944 se promulgó la Ley 487, mediante la cual se declaraba de utilidad pública la adquisición por el Estado dominicano de terrenos para la construcción de dicha Ciudad Universitaria, cuyo costo se estimó en 2 millones de pesos oro. A la ceremonia de inicio asistió el dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, a quien se le había otorgado ya el doctorado Honoris Causa en el año 1938, con motivo del los cuatrocientos años de fundación de la Universidad. Estuvieron el rector Julio Ortega Frier, las altas autoridades del gobierno de la dictadura, y los personajes más encumbrados de la sociedad dominicana.
Se imagina uno la vegetación del campus y el sosiego reinante entonces. Con una población mínima, los edificios construidos entonces podían conservar sus condiciones originales sin dificultad. La realidad actual difiere en mucho, ya que con el crecimiento de la matrícula de la Universidad, especialmente a partir del Movimiento Renovador Universitario, parido por la Gesta Gloriosa de Abril de 1965, cuando la Universidad dejó de ser exclusiva de élites, aumentó también el número de edificios y se han venido reduciendo desde entonces las áreas verdes.
Con cerca de un centenar de miles de estudiantes, docentes y personal administrativo, quienes desarrollan sus actividades durante toda la semana en un horario que va de siete de la mañana a diez de la noche, se comprenderá que el mantenimiento de las instalaciones demanda un mayor esfuerzo e inversión. A los edificios más antiguos se agregan los nuevos, que también requieren mantenimiento y algún tipo de reparación. Si bien se han intervenido edificios como los de la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, de Ingeniería y Arquitectura, y aho ra de la Facultad de Humanidades, hay otros que esperan con urgencia la intervención gubernamental para su acondicionamiento.
La misma biblioteca central, por ejemplo, es una que ya, con diez años de abierta, reclama inversión para su actualización. Si se habla de los Recintos, Centros y Subcentros Regionales, podría decirse lo mismo, ya que aunque en períodos gubernamentales recientes se construyeron verdaderas ciudades universitarias en lugares como Santiago, Puerto Plata, Mao, San Francisco, Nagua, Higüey, Barahona y San Juan, sus instalaciones demandan atención.
Cuando la Universidad reclama un mayor presupuesto, se trata también de disponer de recursos que permitan hacer inversiones en aspectos como este de la infraestructura, vital para garantizar el funcionamiento de la docencia, la investigación y la extensión, funciones fundamentales de la institución. ¡Marchemos juntos para que la UASD asegure los recursos económicos que le permitan mejorar las condiciones de sus instalaciones, de tal forma que se garantice una educación superior de óptima calidad, contando con las condiciones físicas adecuadas para su operación.