En las obras holandesas, la cabeza, vista contra un fondo oscuro, destacada sobre ropas oscuras, realizada por una elipse geométrica de lienzo blanco, parece ser su propia fuente de luz. En el caso del pintor holandés Rembrandt, trató esta luz como si iluminase el carácter interno. Más tarde, desilusionando a sus amigos y clientes, su búsqueda le apartó de la pintura que todos podían entender, hacia una visión introspectiva, como si estuviera pintando no lo que veía ante sí, sino lo que existía en los rincones remotos de su mente.
Podemos tomar como ejemplo una obra del pintor francés Nicolás Poussin (siglo XVII), donde figuran unos pastores de Arcadia. Cualquiera de nosotros que es capaz de mirar con interés a una obra, podrá ver unas figuras con ropajes en medio de árboles y rocas en un paisaje despejado. En la obra de Poussin cada detalle, cada gesto está dictado por alguna referencia a la literatura clásica y, aunque nos guste la pintura, en realidad no podemos entenderla tal y como la entendía Poussin, si no hemos recibido una educación clásica. Sin entender tales referencias, las figuras de Poussin pueden parecer rígidas y artificiales, pues han de ser forzadas a ajustarse a fuertes ideas preconcebidas.
Quienes amparaban las obras de arte que pintaban la vida y el quehacer cotidiano eran los ciudadanos banqueros, comerciantes, expertos, el médico, y el orfebre. Preferían escenas de la vida diaria mejor que asuntos tomados de la mitología clásica, unas veces porque estos no les parecían respetables, pero más a menudo porque carecían de la educación adecuada para aceptar las convenciones de la poesía y los mitos griegos y romanos. Querían que sus obras fuesen de aspectos serios, prósperos, con sedas, pieles y joyas, tal y como son en la realidad, no demasiado grandes y, sin duda alguna, para que sus herederos los mirasen con reverencia. En Francia, los hermanos Le Nain eligieron sus modelos de la vida de la gente del pueblo, y combinaron esto con su interés por la representación de la luz artificial. El pintor barroco francés Jean Baptiste Chardin (siglo XVIII) proveniente de la escuela holandesa, dio a sencillos bodegones una monumentalidad arquitectónica. Los tonos y planos se destacan con precisión científica, y poseen un ligero aspecto de separación. Su composición es siempre firme y fácilmente analizable por geometría.
El pintor inglés George Stubbs fue el observador más científico del mundo natural. Había sido un anatomista en su juventud, y en él se fundía el hombre de ciencia con el artista en un todo completo, inseparable. Todas sus pinturas están basadas en formas geométricas, y consideraba la geometría como parte tan esencial del mundo, como las personas que retrataba, como sus caballos, sus escenas rurales, y sus animales poco comunes que eran sus asuntos.
Luego vino una reacción contra estas narraciones pictóricas, que era tan emocional como la moda que la había precedido. Los clientes de Tissot eran ricos mercaderes, lo que llamamos hijos de sus obras. A los príncipes les gustaba encargar cuadros que los glorificaran a ellos o a sus familiares. Los príncipes de la Iglesia encargaban pinturas a la mayor gloria de Dios. El filósofo y el erudito querían que sus retratos fuesen de naturaleza contemplativa, que hablaran de las verdades que yacen más allá del mundo visible.
Por consiguiente, el movimiento realista se escindió en dos corrientes: la de los que se dedicaban a la realización en gris, de escenas instantáneas de la vida diaria-Edgar Degas, Edousard Manet, Henri de Toulouse- Lautrec-y la de quienes veían el realismo en color puro, sin ninguna idea preconcebida-Camille Pisarro, Claude Monet, y Pierre Auguste Renoir.
Según el filósofo y crítico literario alemán Walter Benjamín, en los comienzos del arte occidental europeo el polo dominante en las obras de arte fue el del aura, el valor para el culto. Por lo tanto ¿Qué caracteriza esencialmente a la obra de arte dotada de aura? Como la aureola o el nimbo que rodea las imágenes de los santos católicos, o el contorno ornamental que envuelve a las cosas como en un estuche en las últimas pinturas del pintor neerlandés Vincent van Gogh, el aura de las obras de arte trae también consigo una especie de efecto de extrañamiento-diferente del descrito por Brecht-que se despierta en quien las contempla cuando percibe como en ellas una objetividad metafísica se sobrepone o sustituye a la objetividad meramente física de su presencia material.
El aura de una obra humana consiste en el carácter irrepetible de se singularidad única.