La Reforma de Córdoba y la apertura de las universidades latinoamericanas

Por Randy Rapozo | | [email protected]

13 octubre, 2019 - 11:34 AM


Entre los egresados de la UASD de esos tiempos se encuentran intelectuales que favorecieron el ingreso y desarrollo de ideas renovadoras,  que convirtieron  la universidad en un espacio de cultivo del conocimiento.

 

Como afirman algunos, una proyección latinoamericana de un fenómeno argentino. Simplemente, dicho fenómeno se gestó en La Argentina al darse allí una serie de factores que precipitaron su irrupción.

En cuanto a su extensión en el tiempo, pese a que opinamos que la reforma de las universidades latinoamericanas es un proceso que llega hasta nuestros días, entendemos que el Movimiento reformista con las características del de Córdoba se ubica entre dos Guerras Mundiales, con todo y que sus postulados no lograron su incorporación a los textos legales, en algunos países del área sino hasta después de 1945. En la República Dominicana lo fue después del ajusticiamiento del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina la noche del 30 de mayo de 1961.

Analizando con detenimiento la proyección americana de esta gesta estudiantil y haciendo hincapié en la trágica verdad de las universidades de los Siglos XVIII, XIX y principios del 20 en la que en sus aulas, al igual que reductos teológicos tradicionales, se impartía una enseñanza sujeta a valores arcaicos, el destacado intelectual nicaragüense Carlos Tünnermann, en su libro Ochenta Años de la Reforma Universitaria de Córdoba publicado en Santo Domingo por la Editora Universitaria, responde a la pregunta más arriba formulada en estos términos:
“La Reforma de Córdoba representa, hasta nuestros días, la iniciativa que más ha contribuido a dar un perfil particular a la Universidad latinoamericana” Nacida de la “entraña misma de América” (continuamos citando a Tünnermann) tiene en su favor una aspiración de originalidad y de independencia intelectual, no siempre lograda.

Producto de circunstancias históricas y sociales muy claras, no consiguió la transformación de las universidades en el grado que las mismas exigían, pero dio algunos pasos positivos en tal sentido. Su acción, en cuanto al ámbito universitario, se centró más que todo en el aspecto de lo que podríamos llamar la organización jurídica o formal de la Universidad (autonomía y cogobierno) y menos en los referente a la estructura académica de la misma que prácticamente continuó obedeciendo al patrón napoleónico de facultades profesionales separadas”
El Movimiento Reformista de Córdoba de 1918 fue la repercusión en la América Española de grandes acontecimientos internacionales, como son: la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa de 1917 y el ascenso del radicalismo al poder en La Argentina. Refiriéndose a la situación de las universidades en esa época, José Ingenieros dice: “Atrasadas por su ideología e inadaptadas para sus funciones. Son éstos los términos precisos del problema. En su casi totalidad, las universidades son inactuales por su espíritu y exóticas por su organización. Las de nuestra América en particular, han sido instruidas imitando modelos viejos y conservan el rostro de la cultura medieval europea”.

En el célebre Manifiesto de Córdoba se encuentra el siguiente párrafo: Las universidades han sido hasta aquí el refugio secular de los mediocres, la renta de los ignorantes, la hospitalización segura de los inválidos y, lo que es peor aún, el lugar en donde todas las formas de tiranizar, de insensibilizar, hallaron la cátedra que las dictara. Las universidades han llegado a ser así el fiel reflejo de estas sociedades decadentes, que se empeñan en ofrecer el triste espectáculo de una inmovilidad senil, Por eso es que la ciencia, frente a estas casas mudas y cerradas, pasa silenciosa o entre mutilada y grotesca al servicio burocrático”

El análisis de los sistemas educativos de la América Española dentro de las diversas capas históricas nos lleva a la conclusión que, en términos generales, han sido diseñados para reproducir el sistema y mantener las condiciones socio – políticas imperantes. Por lo que un factor indispensable para acelerar el desarrollo es el régimen de la reforma universitaria. En los tiempos en que vivimos, a la Universidad le corresponde la formación científica, tecnológica, y humanista de los recursos que un país requiere para su transformación y desarrollo. Sin la participación de las universidades todos los planes de reforma agraria, tributaria, sanitaria, industrial y administrativa quedarían paralizadas por falta de recursos humanos idóneos para cumplir las metas que deseamos alcanzar. A este respecto, Darcy Ribeiro, en un estudio sobre “Políticas de Desarrollo Autónomo de la Universidad Latinoamericana” nos dice: “Las actividades universitarias deben ser enjuiciadas fundamentalmente con respeto a la fidelidad que guardan a los tres principios básicos que no deben faltar en ninguna universidad que se precie de tal: el respeto a los patrones internacionales de cultura y de difusión del saber; el compromiso activo en la búsqueda de soluciones a los problemas de desarrollo global y autónomo de la sociedad nacional; la libertad de manifestación del pensamiento por parte de docentes, estudiantes y empleados administrativos que en ninguna circunstancia podrán ser cuestionados, perjudicados o beneficiados en razón de sus convicciones ideológicas o de la defensa de sus ideas”

El 25 de septiembre de 1965, en una asamblea celebrada en el Aula Magna de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, a la cual asistieron profesores, estudiantes y empleados de esa Vieja Casa de Estudios, se llevó a cabo la formal proclamación del Movimiento Renovador Universitario. En esa ocasión, fueron juramentados con carácter provisional y en sustitución de las antiguas autoridades un nuevo Rector, el ingeniero Andrés María Aybar Nicolás, dos Vicerrectores, el doctor Fernando Morbán Laucer y el licenciado Rubén Suro; también, un Secretario general, el doctor Tirso Mejía Ricart, y los Decanos de las diferentes Facultades junto a los representantes estudiantiles y demás integrantes del Consejo Universitario Provisional. En febrero de 1966, esas nuevas autoridades de la Universidad estatal fueron reconocidas por el Gobierno Nacional entonces presidido por el doctor Héctor García Godoy.

Los principales gestores de ese glorioso Movimiento fueron los profesores Andrés María Aybar Nicolás, Julio César Castaños Espaillat, Rafael Kasse Acta, Hugo Tolentino Dipp, Marcio Veloz Maggiolo, Roques Adames Ovalle, Alberto Malagón, los hermanos Tirso y Marcio Mejía Ricart, los hermanos Andrés y Francisco Avelino García, Jacobo Moquete, Carlos Temístocles Roa, los estudiantes Amín Abel Hasbún. Franklin Almeyda, Teobaldo Rodríguez, Guaroa Ubiñas, Asdrúbal Domínguez, Virgilio Bello Rosa, Romeo Llinás, y otros de tantos méritos como esos que mencionamos.

Como lo expresara el doctor Jacobo Moquete en su libro “El Movimiento Renovador Universitario” publicado en el año 2015 por la Editora Universitaria, desde el momento de la toma de posesión, las nuevas autoridades de la UASD surgidas del Movimiento Renovador encabezaron un proceso de reincorporación e incorporación de funcionarios, empleados y estudiantes a sus respectivas labores; hecho éste que fue impulsado por el gran interés que mostraban todos y todas en el reinicio de las labores docentes y administrativas de la UASD interrumpidas desde el estallido de la Revolución de Abril de 1965.

Guiándonos por las enumeraciones de las conquistas del Movimiento Renovador ya expresadas por Tirso Mejía Ricart, Jacobo Moquete y otros autores, podemos listarlas de la manera siguiente: a) la participación efectiva de todos los sectores universitarios en el gobierno de la Universidad; b) el carácter electivo de las autoridades; c) la obtención y mantenimiento de la autonomía y del fuero universitario; d) dar acceso a la Universidad a las personas provenientes de los extractos sociales de menos recursos; e) eliminación del carácter vitalicio de las posiciones profesorales; f) formación de profesionales con mentalidad crítica que sean los futuros líderes de una sociedad más justa y solidaria; y g) creación de los centros universitarios regionales entre otras.

Como bien lo expresara el doctor Tirso Mejía Ricart “el Movimiento Renovador de la Universidad Autónoma de Santo Domingo partió de un estado de conciencia colectiva dentro de la familia universitaria, de que era necesario transformar radicalmente las estructuras, normas y procedimientos de la vida universitaria de entonces como único medio de asegurar su existencia y que pudiera cumplir su misión”. El Movimiento Renovador Universitario representa, hasta nuestros días, la iniciativa que más ha contribuido a elevar el perfil de la Universidad Primada de América, teniendo a su favor una aspiración de originalidad e independencia.

Producto de las circunstancias históricas derivadas de la Revolución de Abril de 1965, el Movimiento Renovador Universitario no logró la transformación de la UASD en el grado que muchos deseábamos. Su accionar se centró en el aspecto de la organización jurídica y formal de la Universidad (autonomía, fuero y cogobierno) y no en lo referente a la estructura académica de la misma, la que, en gran parte, continuó, y todavía continúa, obedeciendo al patrón napoleónico de facultades y escuelas separadas.

La problemática de la Universidad Autónoma de Santo Domingo no puede ser entendida en su verdadera naturaleza y complejidad sin un análisis a fondo de lo que significó para el estudiantado y la intelectualidad dominicana el Movimiento Renovador Universitario de 1965 y su referente la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918.

Finalizada la Guerra de Abril de 1965, el Campus de la Universidad Autónoma de Santo Domingo sirvió de escenario de grandes manifestaciones de protesta de parte del estudiantado y del sector democrático del profesorado en contra de la permanencia en el país de tropas militares estadounidenses.

Durante el mes de septiembre de 1965, en el Aula Magna de la UASD se celebraron varias asambleas, en las que la mayoría de los asistentes a las mismas se mostraba dispuesta a deponer las antiguas autoridades y a elegir un Consejo Universitario Provisional. Ese proceso, bautizado con el nombre de Movimiento Renovador Universitario, se afianzó con la elección de nuevas autoridades y la aprobación de un nuevo Estatuto Orgánico contentivo de los fundamentos jurídicos requeridos para la renovación estructural y funcional de la Universidad estatal.

Los principales protagonistas de ese glorioso Movimiento pretendieron reformar una UASD encasillada en el pasado y arrastrando en su enseñanza un pesado lastre trujillista. Dicho glorioso Movimiento tuvo, entre otros propósitos, transformar la educación pública post secundaria mediante la aplicación de un plan de acción que le permitiera a la Universidad mejorar la pertinencia y calidad de sus operaciones. Esas ejecuciones se vieron unas veces obstaculizadas e impedidas otras debido a la coexistencia e interacción de diversos factores circunstanciales.

Cabe destacarse entre los mismos la lucha ideológica desatada entre los líderes universitarios; la actitud agresiva del gobierno de los doce años del presidente Joaquín Balaguer frente a la Universidad; y el rechazo de parte de las autoridades universitarias de los planes y proyectos de reforma de la educación media propuestos al gobierno dominicano por la llamada Alianza para el Progreso. Otro obstáculo, pendiente aún de superar, fue el incumplimiento de la Ley 5778 sobre Autonomía de parte del gobierno de Balaguer y de los que les sucedieron en lo tocante a la proporción del Presupuesto Nacional que debía destinarse al sostenimiento de la UASD.

Al amparo de las directrices del Movimiento Renovador Universitario se redefinió la Universidad Primada de América como “una comunidad de profesores y estudiantes unidos en la tarea de buscar la verdad, proyectar el porvenir de la sociedad y afianzar los valores del hombre”. También, se fomentaron los ideales de paz, de justicia y de respeto a los derechos humanos.

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