“A este miembro del Salón Patriótico y Heroico del país, le tocó desarrollar sus actividades de niño en medio de la crisis más espantosa vivida por la colonia”, narra Rosado Fernández para EL UNIVERSITARIO. Matías Ramón Mella y Castillo es uno de los tres Padres de la Patria, que con entereza y valor tuvo como norte principal la defensa del ideal de la República.
De acuerdo al historiador Roberto Rosado Fernández, cuando nació Mella, sus padres, don Antonio Mella y Álvarez y doña Francisca Castillo, nunca, tal vez, soñaron que este niño estaría ocupando el peldaño más alto de la patria como uno de los consagrados padres de la misma, acompañando a Juan Pablo Duarte y a Francisco Sánchez del Rosario en esa proeza.
Agrega que esta distinción y honor lo consigue gracias a la ardua labor que realizó en favor de las ideas de libertad, igualdad, independencia y soberanía al lado de los que conformaron La Trinitaria, instrumento político al que se integró como uno de sus principales defensores, a pesar de no estar al momento de su fundación. Después de la proclamación de la Independencia Efímera pasamos a compartir con Boyer durante 22 años, periodo de Unificación de la Isla bajo la aplicación Loverturiana de que “La isla es una e indivisible”. En ese escenario de ocupación haitiana pasó Matías Ramón Mella y Castillo los primeros años de su vida, entre el negocio de la madera y el cargo de “pre pose”, o encargado de la Común de San Cristóbal, posición que ocupó cuando apenas tenía 19 años de edad (1835).
La vida de este patriota y sus aportes a la independencia hay que verlas a partir de su ingreso a “La Trinitaria”, en 1838, convirtiéndose, junto a Sánchez en un temible y militante activista de la causa independentista y republicana. “Se resalta como tarea donde aplica sus conocimientos en la táctica y estrategia cuando en enero de 1843, comisionado por Duarte, se traslada a la Villa Haitiana de Los Cayos de San Luis, al sur de la isla, para comunicarse con los reformistas adversarios de Boyer, tarea esta que había fracasado en su primer intento en la persona de Juan Nepomuceno Ravelo.
En esta actividad, concretó una alianza con los reformistas, en su afán por derrocar a Boyer y llevar a Charles Herard al poder, buscando debilitar a Boyer y crear las condiciones para hacer avanzar los ideales de nuestra independencia”, explica. Otro momento de la vida de Mella en su lucha por hacer crecer el ideal patrio es la ayuda que hizo a Sánchez en la redacción del acta de independencia, acta que fue llevada a Bobadilla, por sugerencia suya, para ser revisada.
Su momento cumbre es -sin dudas- el 27 de febrero. Euclides Gutiérrez, en su texto “Héroes y Próceres Dominicanos y Americanos”, nos refiere: “En la noche del 27 de febrero es de los primeros conjurados en llegar a la puerta de la Misericordia. Exhorta a unos pocos temerosos a no abandonar el lugar y, audaz e impulsivo, dispara al aire para comprometerlos a todos.
” A seguidas agrega: “Proclamada la República, forma parte de la primera Junta Central Gubernativa presidida por Sánchez y luego por Tomas Bobadilla, convertido en la figura determinante de la misma. Para los primeros días de marzo parte para el Cibao como Gobernador del Distrito de Santiago y Delegado de la Junta Central Gubernativa, pero en realidad era el jefe político más importante del país.
Ostenta el rango de Coronel del naciente Ejercito Nacional, que será el Ejercito Libertador. Hace venir a José María Imbert de Moca y lo nombra su segundo en el mando militar”. Expone el maestro del Centro UASDSan Juan de la Maguana, que otro momento importante de la vida, valor y entereza de Sánchez es cuando recibe las informa ciones de las intenciones que tiene Haití de invadir el territorio dominicano (Batalla del 30 de marzo).
Traza instrucciones a Imbert, su lugarteniente, y se traslada a los pueblos de la región del Cibao para reclutar los hombres que harían frente a los haitianos en lo que fue la batalla del 30 de marzo, en la cual no se encontraba, pero en la que todos le reconocen el mérito de haber trazado la táctica a seguir para conseguir la victoria. El 10 de mayo de 1844 produjo un documento de alto contenido patriótico, lo que demuestra su apego a la dominicanidad.
En ese documento están expresadas las reglas fundamentales de la guerra de guerrillas, en las que se destacan la prudencia, astucia y paciencia, que son elementos básicos para una lucha desigual, en territorio propio. Tras la victoria de Santana, el 12 de julio de 1844, los trinitarios fueron declarados traidores a la patria y expulsados de por vida del territorio nacional. Al regresar, en 1849, se incorpora al Ejército, desempeñando un importante papel en la resistencia contra los nuevos intentos de dominación del gobierno haitiano. Juega también un papel importante en la batalla de Las Carreras y termina siendo Secretario de Pedro Santana.
En la presidencia de Báez, en 1849, es nombrado Secretario de Hacienda y Comercio. Siguió a Santana hasta 1861, cuando se produjo la anexión a España. Ahí termino su amistad con el caudillo. A Mella se le reconocía su valentía y su condición de gran estratega militar. En agosto de 1863 demostró su estrategia militar cuando, incorporado al movimiento restaurador, viajó al sur, atravesando la Cordillera Central por Constanza, con la misión de organizar las tropas de restauradores que dirigía Pedro Florentino.
Como Ministro de Guerra, elaboró el Manual de Guerra de Guerrillas que dirige por medio de la circular del 26 de enero de 1864, en el cual recoge toda la experiencia del pueblo dominicano en esta forma singular de lucha. En este manual se resume todo el genio militar de Mella y el arte de la guerra regular. Este documento lo redactó él siendo Ministro de Guerra del Gobierno Restaurador y Vicepresidente de la República. Una disentería lo atacó y en su lecho recibió la honrosa visita del Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, quien regresaba de Venezuela a colocarse al frente, si era necesario, de la lucha contra el intruso Español.
La presencia de Duarte lo animó, pero no pudo impedir que la terrible enfermedad lo venciera, muriendo en la pobreza el 4 de junio de 1864. La República, ha transitado un camino muy tortuoso después de su muerte. El ideal defendido por Mella, por Sánchez y por Duarte tiene que reconocerse. No es suficiente con que se haga cada año un acto de recordación. Es necesario colocarlo en la agenda de las empresas, de los medios de comunicación, de la publicidad estatal, de las organizaciones sociales, para introducirlo en la forma de vida de la gente.
Expresa el historiador Rosado que, inculcar esos valores es una tarea que tenemos todos los dominicanos si queremos que los colores de la bandera y nuestro escudo no anden pregonados en suelos extraños como un saco de harina para producir pan y galletas. Enseñar valores es un desafió que tiene esta generación para que las venideras puedan cambiar el roce extraño de otras culturas en detrimento de la nuestra.
Estamos desafiando a los profesores y profesoras, a los cuerpos castrenses, a las instituciones del gobierno, a los clubes sociales y de servicio, a los empresarios. Estamos obligados a incluir en nuestra agenda estos valores. “Si lo hacemos cambiaríamos los anuncios corrientes por expresión de lo nuestro, las películas insulsas por proyecciones patrióticas, las vallas que anuncian productos tendrían algún valor, los calendarios anunciarían algo de lo nuestro y, tal vez así, nuestros comportamientos comenzarían a cambiar y en vez de pensar en la vida fácil, sin esfuerzo, timón de la delincuencia, estaríamos pensando en el trabajo que era norte de nuestros forjadores de la patria, entre los cuales estaba Mella, con tanto valor como Sánchez y como Duarte.
Ese desafío tenemos. Esas tareas tenemos por delante, y por duras que sean, tenemos que afrontarlas si queremos patria libre, soberana e independiente”, manifestó para concluir el maestro e historiador Rosado Fernández