Acercarnos a una obra de arte va a depender de varios elementos que nos llevarán a una concepción, la cual puede ser objetiva (carácter intelectual) o subjetiva (carácter sentimental). La apreciación de una obra de arte es una interpretación individual entre el artista y la obra y entre la obra y el espectador
La aproximación la podemos hacer desde varios aspectos: el técnico, lo temático e ideológico. La interpretación estará constituida por una complejidad que encierra la comprensión del mensaje de la obra, determinada por una confluencia de elementos enlazados que dan estructura a la obra que tenemos a nuestro frente.
Es así que la obra de arte representa una imagen que se logra a través de la mezcla, la unidad y la unión de distintos elementos que integran lo que llamamos composición, estos son: las líneas, el volumen, las áreas, el color, los valores, el equilibrio, la proporción, el ritmo y el énfasis, por lo que toda obra de arte se vale del lenguaje para expresar o comunicar y esto lo logra mediante la metáfora con la que transforma la realidad.
En tal virtud, y en lo que respecta a contemplar o examinar obras de arte, de ciertas cosas que, para el artista que concibió dichas obras, eran sucesos o incluso inconscientes y dadas por sabidas. Esto resultará de mucha importancia para las futuras generaciones, y en este contexto citamos por ejemplo, que los pintores y escultores egipcios y asirios registraban la vida oficial de reyes, hombres y dioses. Al hacerlo, nos relatan muchas cosas de su vida y quehacer cotidiano, e incluso, si no pudiésemos leer los jeroglíficos egipcios ni la escritura cuneiforme asiria, y si no tuviéramos más que un par de figuras de cada uno, todavía podríamos deducir con lógica ciertas cosas respecto a ellos. Al parecer, los egipcios se visten con ropas de tela fina, a menudo transparente o diáfana como gasa. Es pues probable que sea de algodón o lino, o una fibra vegetal, que no es lana, y podemos sacar la conclusión que la gente que vestía de esa manera formaba parte de una sociedad de terratenientes y cultivadores. Además, las insignias reales que simbolizan autoridad son la hoz y el mayal de desgranar.
En el caso de los asirios, estos visten ropajes que parecen pesados, orlados y con borlas. Visten de lanza y su sistema social se basa en la ganadería, poseen rebaños de camellos, ovejas y cabras.
Es así que la sociedad egipcia se fundó sobre la posesión de tierras y la herencia, era conservadora, estable, y con una jerarquía bien marcada. En lo que respecta a la sociedad asiria, esta dependía de ganaderos seminómadas, que seguían pastos de temporada y estaba más expuesta a fluctuaciones económicas, a conquistas sucesivas, y era menos estable. Mediante este análisis podemos iniciar la formación de un esquema bastante aproximado de las dos grandes civilizaciones primitivas, partiendo de testimonios muy pequeños.
En los siglos XVI y XVII los llamados Países Bajos, dígase Holanda y Bélgica, se vieron en una situación muy ventajosa respecto al resto de Europa. Los nuevos viajes de descubrimiento y comercio hacia el Lejano Oriente y el Oeste condujeron a una gran prosperidad en los negocios de importación y exportación, y en la bancar mercantil. Uno de los resultados de esta prosperidad repentina en una región relativamente pequeña fue una erupción de productividad en la pintura. Este animado periodo de la pintura holandesa comienza y termina con el siglo XVII y se fundó sobre la visión analítica del pintor flamenco van Eyck. Los holandeses tenían que construir su tierra antes de construir sobre ella, y para ellos, el hacer planes ordenados y la economía llegaron a ser su segunda naturaleza. Pintaron sus paisajes, hechos por la mano del hombre, con esa luz clara peculiar de un territorio que nunca está lejos del mar. Pintaron sus bien ordenadas ciudades de ladrillos rojos, las casas y los patios, y las habitaciones que son como vistas en un acuario, y grupos de naturaleza tranquila, retratos de los burgueses y sus esposas, no vestidos de griegos y romanos, ni con armaduras de ceremonia, sino tal y como eran, a veces muy feos, con sus ropas bien cortadas y cómodas.